¿Quién no ha sufrido dolor de espalda?
No deja de sorprenderme cómo nos acostumbramos a convivir con el dolor. ¡No tiene ningún sentido! Para que esto no ocurra, es importante que entendamos lo que nos pasa. El por qué de las molestias. Leer y entender la dolencia que sufrimos implica tiempo, y no nos sobra precisamente, pero tu salud debe ser una prioridad.
Necesitas tiempo para ti, para cuidarte, aprender a escuchar y nutrir tu cuerpo con lo que necesita. Pequeñas acciones como andar con el sol en tu piel, practicar deporte (el que más te guste), meditar o salir con los amigos y simplemente disfrutar.
Sé lo que estás pensando: ¡No tengo tiempo para todo esto!
¿Cómo invertimos nuestro tiempo? Es necesario reservar unos espacios, unos huecos que sean sagrados, intocables. Nuestros hábitos diarios condicionan en gran medida nuestra salud. Más del 80% de la población reconoce haber sufrido dolor de espalda en algún momento de su vida, y estas molestias aparecen cada vez más a edades tempranas
Nuestros hábitos no ayudan
La televisión, la tablet, el móvil, los videojuegos, y el último grito: los patines eléctricos (hoverboards) ¡Hoy en día, los más pequeños ni siquiera andan!
La causa del dolor de espalda es muy variada y en ocasiones es difícil de diagnosticar. Muchas veces pensamos en los motivos más superficiales que afectan al conjunto de los tejidos blandos (principalmente músculos y fascias). Pero la molestia puede tener un origen estructural, es decir, que se deba a tu estructura ósea o, esté relacionado con un patrón respiratorio inadecuado. También puede ser un efecto secundario de una afectación visceral.
Independientemente de la causa, las malas posturas generan desequilibrios. A primera instancia musculares, que con el tiempo se consolidan, alterando nuestra estructura. No nos damos cuenta de la importancia que puede tener la falta de consciencia corporal, así como el colchón donde dormirnos, la almohada, el sofá o cómo afecta a nuestro organismo el (por desgracia) tan habitual sedentarismo.
Trabajamos muchas horas, lo escucho a menudo. Igualmente, no dejes que esta situación te erosione la salud. Se pueden hacer cosas, muchas cosas. Pasamos mucho tiempo delante del ordenador, de pie aguantado en una posición estática, cargando peso o haciendo movimientos repetitivos. Sea como sea, el paso del tiempo sumado a los malos hábitos posturales, te conducirán irremediablemente a desequilibrios, alterando tu postura y desencadenando los temidos dolores.
¿Quieres un consejo? Para, toma conciencia y ponle remedio. No tienes por qué acostumbrarte al dolor, y no dejes que nadie te diga lo contrario. En lo posible, acude a un especialista que te oriente para corregir esos desequilibrios. Con el tiempo, el dolor desaparecerá y adquiriendo nuevos hábitos, no tienes por qué volver a sentirlo.
Tipos de dolores de espalda
Al dolor de espalda se le conoce con diferentes nombres en función de la zona afectada. Para entenderlo, hago un pequeño inciso anatómico de la columna vertebral. Conocer bien nuestra estructura nos ayuda a entender y escuchar mejor nuestro cuerpo.
Todos conocemos las famosas algias (lumbalgia, cervicalgia…) que especifican la zona de dolor, pero no la causa. Existen otras enfermedades en la columna de las cuales sí se conoce su origen, o como mínimo, el diagnóstico es más concreto: la escoliosis, la artrosis, la temida ciática o las hernias lumbares y cervicales.
La famosa hernia discal o hernia de disco es una de las más habituales y que sufren un gran porcentaje de la población. Recuerda que nuestros hábitos posturales tienen mucho que ver. Antes de explicaros como se producen estas afecciones y (lo más importante) qué hacer para liberar las molestias que producen, quiero hacer una aclaración.
No te conformes con el primer diagnóstico.
¡Cuidado! No estoy diciendo que ignores a tu médico, al contrario. Son grandes profesionales expertos en su materia. Me refiero a tomar con precaución los mensajes negativos que a menudo se desprenden de un diagnóstico, como si éste justificara que ya no hay nada que hacer.
Los pacientes quedan etiquetados de por vida. Por ejemplo, el diagnóstico de una hernia, discopatía, ciática o artrosis provocan casi una rendición moral en el paciente como si no tuviera nada que hacer y solamente le quedara resignarte.